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RETOS DE LA EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE

Por: María Guadalupe Guzmán Bárcenas

La evaluación es un elemento indispensable en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Desde mi punto de vista,  considero a la evaluación como un ejercicio de reflexión que permite la mejora continua del proceso de enseñanza-aprendizaje, este ejercicio permite comprobar si el alumno realmente ha aprendido; es decir, que el alumno cuente con los conocimientos y competencias planteadas en los objetivos curriculares. Dentro del proceso de planeación didáctica, la evaluación es una de las tareas más complejas realizadas por el docente. Frecuentemente y de manera equivoca, los profesores y las instituciones educativas, hemos considerado a la evaluación como el último peldaño en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Además de ello, generalmente nos centramos en  la evaluación de los conocimientos, los cuales son en su mayoría memorizados. Como docentes, tenemos la responsabilidad de proponer una evaluación que integre, más allá de los conceptos, las habilidades y aptitudes que queremos que los alumnos desarrollen durante el curso. Esto será posible si modificamos nuestra perspectiva del proceso de evaluación y lo realizamos de manera continua y en colaboración con el alumnado.

 

Según Santos-Guerra (1993,1999), la práctica de evaluación es disfuncional en muchos aspectos, entre ellos: al proceso de evaluación como el último escalón en el proceso de enseñanza-aprendizaje, 2) se centra en la dimensión de los conocimientos, 3) en la evaluación solo participa el profesor, 4) se realiza como un ejercicio individual para cada alumno y 5) los únicos sujetos de evaluación son los estudiantes. En este ensayo abarco estos retos de la evaluación, que a mi consideración los cuales tienen que comenzar a ser resueltos con el objetivo principal de mejorar el proceso de aprendizaje. 

 

El proceso de evaluación se centra en una prueba final que solo recopila información referente a los conocimientos adquiridos y la cual culmina con el registro de calificaciones. Este proceso se simplifica y se agrava por la utilización de pruebas o exámenes que promueven el aprendizaje únicamente durante ciertos periodos. Esto se debe, en gran medida a la focalización en los resultados y a que la evaluación no se percibe como una herramienta que permite la mejora del proceso de aprendizaje.

 

            Es común que la evaluación se concentre en “repetir” lo que el profesor considere importante. Desde un punto de vista constructivista (Monroy-Farías et al., 2009) los docentes debemos dejar de priorizar los resultados y focalizarnos en el desempeño y comportamiento de los estudiantes, considerando que objetivos educativos son: 1) aprender a conocer, 2) aprender a hacer, 3) aprender a convivir, 4) aprender a ser y 5) aprender a cambiar . En este sentido, los profesores debemos de ser capaces de integrar estas intenciones educativas a los objetivos de nuestra planeación didáctica y desarrollar un proceso de evaluación que permita contemplarlas en el proceso de aprendizaje. Una herramienta que permite ampliar nuestra perspectiva de evaluación es la que se resumen en la taxonomía de Bloom referente a las conductas operantes. Desde este punto de vista, el docente debe de dilucidar, en primera instancia, el objetivo de su planeación didáctica. Una vez establecido el objetivo, este debe de ser localizado en uno de los niveles o conductas características presentadas en la taxonomía de Bloom, esto facilita la evaluación del aprendizaje de una manera clara (tanto para el alumno como para el profesor) y con una perspectiva superior a la del conocimiento (e.g. compresión, análisis, síntesis, etc.).  

 

Otro problema que surge durante la evaluación es el hecho de que el alumno es el único sujeto evaluable. Ni las instituciones educativas ni los docentes son sujetos “reales” de este proceso. Las evaluaciones del personal docente pueden ser consideradas como “simulacros” y, a diferencia de los alumnos, para el profesor obtener una evaluación deficiente no tiene ninguna consecuencia profesional, curricular o monetaria. Esto, en cierta medida, promueve una actitud pasiva, mediocre y conformista del profesor al no estar interesado en plantearse posibilidades de mejorar, de implementar y de actualizar las estrategias didácticas que utiliza de manera continua y que pueden facilitar el aprendizaje de los alumnos.

 

            El estudiante, al ser considerado como único sujeto real del proceso de evaluación debería de participar de manera activa durante este ejercicio. Según Villardón-Gallego (2006) algunos elementos que favorecen la participación de los alumnos y por lo tanto que potencian el desarrollo de competencias son: actividad (fomenta la participación del alumno en el proceso de aprendizaje), información (facilita el proceso de evaluación y promueve la realización de la evaluación continua), mejora (permite valorar y mejorar el entorno de aprendizaje y la motivación de los estudiantes), autoevaluación (consiste en la evaluación del propio aprendizaje y de los factores que intervienen en este), reflexión (facilita en el estudiante la mejora de sus estrategias y la integración del proceso de aprendizaje) y colaboración (favorece el desarrollo del pensamiento crítico, la emisión y el recibimiento de críticas constructivas para la mejora). Es necesario que los profesores logremos integrar esto en el proceso de evaluación a través de la creación de ejercicios flexibles y equitativos.

 

            La promoción del trabajo individual en exceso ha resultado en la formación de alumnos que practican la rivalidad como sinónimo de competencia. En este sentido, los profesores hemos contribuido a fomentar esta actitud al focalizarnos en evaluaciones individualistas. Considero fundamental integrar a la evaluación estrategias de co-evaluación que fomenten el trabajo colaborativo entre alumnos y que promuevan la motivación y el desarrollo de diversas competencias.

En todos los niveles educativos, es un hecho que el método tradicional de enseñanza (tradicional expositiva) ya no resulta atractivo para los alumnos ni fomenta el desarrollo de estrategias de pensamiento, actitudes y aptitudes. Los estudiantes y profesores de la facultad debemos empezar a reflexionar y cambiar nuestras estrategias de enseñanza-aprendizaje de tal forma que comencemos a modificar nuestra perspectiva de la educación, de la docencia en el nivel superior y logremos que el alumno sea el actor principal durante su formación profesional.

 

Referencias:

 

Monroy Farías. M., Contreras G. O., Desatnik M. O.  2009. Psicología educativa. UNAM-Facultad de Estudios Superiores Iztacala, México.  

Santos G. M. A. 1993. La evaluación: un proceso de diálogo, comprensión y mejora. Granada: Aljibe. Santos Guerra M. A (2003). Una flecha en la Diana. La evaluación como aprendizaje. Madrid: Narcea. 

Santos G. M. A. 1999. 20 paradojas de la evaluación del alumnado en la Universidad española. Revista Electrónica Interuniversitaria de Formación del Profesorado 2(1): 369-99.

Villardón G. L. 2006. Evaluación del aprendizaje para promover el desarrollo de competencias. Educatio siglo XXI 24: 57-76.

Este Blog forma parte del Curso-Taller: “La planeación didáctica orientada en el aprendizaje de los alumnos de la licenciatura en biología” llevado a cabo en la de la Facultad de Ciencias, UNAM. Enero 2016.

Impartido por la Dra. Graciela González Juárez.

Dra. Lourdes Agredano, coordinadora de cursos PASD de la Facultad de Ciencias, UNAM

 

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